La periodista Maria Pitarch entrevista per a l'edició valenciana del diari El País l'escriptor i crític Joan Garí, qui acaba de publicar el llibre "Cosmopolites amb arrels". El volum es composa d'un aplec de reportatges internacionals que ha dut a terme el borrianenc, acompanyat del fotògraf Ramon Usó, i en els quals hi afegeix la seua mirada valenciana al món, com bé expressa el subtítol. Us deixem un fragment de l'entrevista.
“Se puede y se debe ser cosmopolita sin olvidar tus raíces. No puedes ser ciudadano del mundo sin ser, al mismo tiempo, de algún lugar concreto y tangible”. Sobre esta convicción pivota Cosmopolites amb arrels (editorial Onada), el último libro del escritor y viajero Joan Garí (Burriana, 1965) que reúne reportajes de viajes publicados en EL PAÍS y otros medios escritos. Un título que, lejos de la contradicción que aparenta, exhibe un binomio indisociable. Un tándem como el que Garí ha formado durante años con el fotógrafo Ramon Usó, fallecido el pasado mes de junio. Junto a él ha recorrido cuatro continentes en busca de las raíces locales del cosmopolitismo. Lugares como Moscú, Chernóbil, Jerusalén o La Habana, en los que ha proyectado esa mirada desde la perspectiva valenciana que es, a su juicio, “la más honesta” y la “única posible”. Destinos conectados por esos dos extremos: lo cercano y lo lejano. “El mundo entero está comprendido en una sola calle de mi pueblo, que podría ser el Carrer la Sang”, advierte. Desde Burriana, el mundo aguarda a este viajero nato y periodista. Asegura que necesita salir del “dique seco” tras la muerte de Usó, pero una vez lo haga, seguirá exportando miradas sobre los cinco pilares (estar, ver, escuchar, compartir y pensar) que comparten sus dos egos: el de escritor y periodista.
Lleva, como usted mismo indica, 13 años dando tumbos por el mundo “para contar lo que veo en los periódicos”. ¿En qué difiere la realidad que toca y respira cuando llega a destino de la que plasman sobre él los medios de comunicación?
Antes de ir a un país o una ciudad me documento, por supuesto, pero también me gusta que el destino me sorprenda. Por más que ese destino esté amoldado –o incluso viciado– por el turismo, siempre hay algún componente auténtico por el que vale la pena el desplazamiento. Ese componente suele residir en el elemento humano. Viajar, al final, es conocer gente en sus lugares de origen, con sus mil historias y anécdotas. Y eso todavía vale la pena.
Llama la atención que un viajero de soca diga que se ha de salir de casa bajo la premisa de que ya no quedan territorios que descubrir… ¿No ha tenido la sensación de errar en alguno de sus viajes?
El mundo globalizado de hoy, que se puede recorrer de punta a punta en un día de avión, parece que no ofrezca alicientes para ningún descubrimiento. Pero ese “descubrimiento” ocurre cada día, está en los ojos del viajero. Hay que saber mirar con diferentes perspectivas, de lo más cercano a lo más lejano. Ahora, si no sabes ver lo que tienes a tu alrededor, es inútil que te vayas a la Antártida. Allí no encontrarás nada que no tengas en tu propia casa.
“Sólo la mirada del lugar que visitas puede aportar algo de originalidad” cuando ya no queda nada nuevo por explorar. ¿Qué prisma recomienda usar cuando se viaja?
Lo que más afecta es lo que sucede más cerca.
No hace falta ninguna prótesis especial. Has de partir de una concepción del mundo, de una mochila bien provista, con muchas capas. Una vez has aprendido a mirar, puedes ir donde sea. Sólo tienes que aplicar lo que Ryszard Kapuscinski llamó “los cinco sentidos del periodista”, que son los mismos que los del escritor: estar, ver, escuchar, compartir y pensar.
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